El sábado pasado estuve cenando con unas amigas del colegio. El problema/ventaja de este tipo de amigos es haber crecido juntos y no tener ningún pudor ni resentimiento en seguir teniendo 8 años y decir las cosas a la cara olvidando la diplomacia que se tiene con las amistades de mayor.
Una de mis amigas tiene una vida sentimental de persona desgraciada. Siempre se equivoca eligiendo sus parejas y, aunque sin diagnosticar, actualmente sufre una tremenda depresión por culpa de su último novio. La somatiza entre semana durmiendo mucho y el fin de semana saliendo a beber y a la caza del hombre perfecto. Pasa de estados de euforia absoluta cuando cenando alrededor de una mesa se cotillea sobre su último ligue a estados de autismo absoluto cuando el tema de conversación de la mesa deriva a los dermatólogos y tomar el sol en verano. Hasta que llega el momento de poner las cosas sobre la mesa. Dos de mis amigas sacaron todas sus armas para atacarla para que reaccionara de una vez y plantara cara a la situación. Empezaron los gritos de ambas partes (una de ellas en minoría) y tuve un déjà vu del patio del colegio 20 años antes. Yo las contemplaba desde fuera. No podía meterme en la conversación porque yo las veo de uvas a peras y no tengo todos los argumentos para opinar. Ambas partes tenían su parte de razón, pero preferí observar. Después de una situación muy tensa (llanto de por medio), acabamos las cuatro en un bar tomando unas cervezas, hablando y riéndonos de la situación. Me encanta la capacidad de enfadarse y desenfadarse que tiene la gente.
Aún así, la otra sigue con su historia. Próximamente, más capítulos.... De momento nos iremos a la Rioja por Semana Santa. ¿Acabará alguna de nosotras abandonada en una gasolinera?
Una de mis amigas tiene una vida sentimental de persona desgraciada. Siempre se equivoca eligiendo sus parejas y, aunque sin diagnosticar, actualmente sufre una tremenda depresión por culpa de su último novio. La somatiza entre semana durmiendo mucho y el fin de semana saliendo a beber y a la caza del hombre perfecto. Pasa de estados de euforia absoluta cuando cenando alrededor de una mesa se cotillea sobre su último ligue a estados de autismo absoluto cuando el tema de conversación de la mesa deriva a los dermatólogos y tomar el sol en verano. Hasta que llega el momento de poner las cosas sobre la mesa. Dos de mis amigas sacaron todas sus armas para atacarla para que reaccionara de una vez y plantara cara a la situación. Empezaron los gritos de ambas partes (una de ellas en minoría) y tuve un déjà vu del patio del colegio 20 años antes. Yo las contemplaba desde fuera. No podía meterme en la conversación porque yo las veo de uvas a peras y no tengo todos los argumentos para opinar. Ambas partes tenían su parte de razón, pero preferí observar. Después de una situación muy tensa (llanto de por medio), acabamos las cuatro en un bar tomando unas cervezas, hablando y riéndonos de la situación. Me encanta la capacidad de enfadarse y desenfadarse que tiene la gente.
Aún así, la otra sigue con su historia. Próximamente, más capítulos.... De momento nos iremos a la Rioja por Semana Santa. ¿Acabará alguna de nosotras abandonada en una gasolinera?